La democracia republicana está erigida sobre el principio de pesos y
contrapesos, de lo cual se deriva que
entre las tensiones (que son más que normales) dadas en el seno del poder
público, gobierno/oposición, se mantendrá un equilibrio del poder legítimo (no dictatorial) y una dialéctica
gubernativa que mantiene vigente la democracia, el estado de derecho, y la sana
administración pública que se constituya en el mecanismo más idóneo para
responder a las diversas problemáticas que afectan a los administrados.
En Arauca, no obstante, la dinámica política recae sobre los vicios
politiqueros, los populismos faramalleros, la persecución y estigmatización que
solo atizan los fuegos de la guerra
y la inequidad social y hacen prevalecer
la arrogancia del poder, tratando de imponer una visión de futuro cortoplacista
y el embolate de las posibilidades de la región en vez de convertirse en
escenario de desarrollo integral y democrático de estos terruños y sus gentes
tan azotados por la violencia en todas sus formas.
Esta columna tiene el propósito de llamar la atención sobre, la
necesidad de hacer oposición y crítica a los gobiernos de turno como un deber
ciudadano y periodístico para que se eleve el nivel y la madurez política de
nuestros ciudadanos y de allí, la de los dirigentes nuestros que no dejan de
dar muestras de miopía política y más recientemente de liderazgos pop-star. Que
de fiesta en fiesta y entre la simpatía populista de tanta muestras de talento ocultan su capacidad de
amordazar a la crítica, perseguir y hacer parecer apócrifas
las voces de quienes tenemos el valor civil de hacer una oposición
crítica al régimen, en el libre ejercicio de ejercer el control social a las
autoridades públicas.
En esta dirección, dadas las condiciones que vive el departamento de Arauca, me siento
obligado a sentar mi rechazo a la manera de conducir los destinos del mi región, pues
no son los ánimos folklóricos y las soluciones superficiales, a manera de pañito de agua
tibia, las medidas que con carácter de urgencia
ameritan nuestros problemas.
Requerimos de gobernantes dotados de cualidades como la sinceridad y la
responsabilidad, la diligencia, el compromiso, la templanza, la sabiduría y la
justicia para que asuman trascendiendo la actitud proselitista y politiquera
para dar un orden priorizado a tanta demanda ciudadana, comunitaria, gremial
que reclama la atención estructural a la realidad que nos acontece.
Recordemos también que hace pocos días, mientras el departamento
sufría los embates de las acciones insurgentes con la quema de vehículos en las
carreteras, cuando la ciudad de Arauca
se encontraba a oscuras por la voladura de las torres que conducen la energía eléctrica, y se comenzaba
un paro armado programado por el ejército de liberación nacional, el gobernador Facundo Castillo se encontraba
en las calles de la ciudad de Ibagué como embajador del joropo.
Muy posiblemente estas críticas harán llover sobre mi cabeza truenos y
centellas. Pero entre tanta euforia fiestera reitero, hay que hacer un alto
para mirar con más serenidad, inteligencia y verraquera los retos que los
gobiernos araucanos encabezados por su gobernador deben jalonar.
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