viernes, 22 de octubre de 2010

Bob Guccione, el fotógrafo que hizo de 'Penthouse' un imperio del desnudo


De el espectador

Desnudo frontal e integral femenino. Esa fue la apuesta de Bob Guccione para montar uno de los imperios editoriales más grandes del pasado siglo, erigido sobre el pilar de su revista para adultos, Penthouse. Sin embargo, el fotógrafo, que murió el jueves, 21 de octubre, en un hospital de Plano (Tejas), a los 79 años, tras una larga lucha contra el cáncer de garganta, en realidad lo que quisiera haber sido era pintor.

La revista Forbes calculó en 1982 el patrimonio de Guccione en 400 millones de dólares (casi 290 millones de euros), aupado por unas ventas de la revista que oscilaron entre los 2.500 y los 2.900 millones de euros en los años en que él fue el responsable de la publicación. Sin embargo, se arruinó a causa de un rosario de malas inversiones, sumado a una brutal deuda con la hacienda estadounidense (80 millones de dólares, más de 57 millones de euros).

Robert Sabatini Guccione nació el 17 de diciembre de 1930 en el barrio neoyorquino de Brooklyn, en una familia de ascendencia siciliana. Fue monaguillo y entró en un seminario, pero la testosterona -como se recuerda en una entrevista que dio en 2004 a el periódico británico The Observer-, pudo más y se casó con 18 años. Tuvo su primera hija, Toni, se separó y viajó a Europa. Quería pintar. Lo hizo en París, Roma y Marruecos, con cierto estilo fauvista. Se volvió a casar con una joven inglesa, Muriel, con la que se mudó a Londres.

Mientras llevaba una cadena de lavanderías de autoservicio, se le ocurrió en 1965 hacer una pequeña revista con fotos de mujeres totalmente desnudas, sin los disimulos de su principal referente, el Playboy de Hugh Hefner. Las fotos las tomaba él mismo, con una Nikon 35 milímetros. Por equivocación, envió el folleto a clérigos, alumnas de un colegio, jubilados y hasta a esposas de miembros del Parlamento británico. Fue multado, pero con el escándalo se agotaron las primeras 120.000 copias de Penthouse.

Cuatro años después, de nuevo divorciado y acompañado por una bailarina exótica que aparecía en el segundo número, Kathy Keeton -con la que se casaría tras 23 años de convivencia-, llevó la revista a Estados Unidos. Fue el despegue de su éxito. Vivía en una enorme casa en el número 12 de la calle 67 Este de Manhattan, que, por cierto, no era un ático -penthouse significa ático en inglés-. Lo llenó con su pasión, el arte. Cuadros de Degas, Renoir, Chagall, Matisse, Picasso, Dalí o El Greco.

La revista tuvo éxitos clamorosos, como cuando publicó las fotos de Madonna o las de Vanessa Williams, la primera afroamericana que llegó a Miss Estados Unidos. Todo se volatilizó: Hacienda, publicaciones fracasadas, apuestas científicas inviables (intentó conseguir la fusión fría)... Sus obras de arte terminaron malvendidas. Pero el férreo 'siciliano', tímido hasta la extenuación, como le describían dos de sus cinco hijos, consiguió en 2003 exponer su obra en el Museo de Arte de Las Vegas: 'Muchos pensaban que yo era un pornógrafo unidimensional, y se sorprendieron al comprobar que, de verdad, fui un pintor'.

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